miércoles, 31 de marzo de 2010
EX-GUERRILLERO TUPAMARO NO CALLA ANTE LA MUERTE DE ZAPATA
Quien calla, otorga
Al poco tiempo de finalizada la segunda guerra mundial, Albert Camus recibió información de un ciudadano ruso exiliado en París sobre las persecuciones realizadas por Stalin contra camaradas que comenzaban a disentir. En el mejor de los casos, eran condenados a trabajos forzados en campo de concentración en Siberia, pero muchos eran ejecutados lisa y llanamente. Camus trasladó estas denuncias a Jean Paul Sartre, su amigo y compañero de andanzas en aquéllos tiempos. El fundador del existencialismo no dudó de las fuentes de Camus, pero, pese a su aversión manifiesta hacia el estalinismo, aconsejó a su amigo no hacer pública esa información para no hacerle el juego a la derecha. Sartre era partidario de esperar un momento más oportuno para denunciar esas barbaridades.
Pasan los años y la naturaleza de estos hechos se vuelve a repetir una y otra vez en distintos puntos del planeta y en países regidos por sistemas autoritarios (y otros no tanto) de la más variada procedencia. Basta con repasar los “comunicados oficiales” desmintiendo las atrocidades denunciadas por las organizaciones de derechos humanos o por la oposición del régimen de turno, para ver la estrecha similitud en la redacción y en los conceptos; a tal punto, que si uno quita el origen de un cable de noticias y se lo da a leer a una persona precavida y suspicaz, no podrá discernir si ese texto proviene de Chechenia o de Pakistán, de Birmania o de China, de Venezuela o de Cuba, de Níger o de Burkina Faso. Y en caso de recurrir a documentos históricos sin mostrar el origen de los hechos que se describen (masacres, torturas, persecuciones y cárceles), tampoco el lector podría saber si se refiere al régimen de Pinochet o del Goyo Alvarez, a la dictadura de Vidiela o al régimen de Fidel.
Cuando prima la intolerancia al grado de que quien piensa distinto es un enemigo (o el diablo, o un agente de la CIA) estamos condenados a transitar por caminos abyectos. Y si seguimos callados para no hacerle el juego al “otro” retrocedemos inevitablemente hacia los rincones más oscuros de la humanidad como especie.
Todas estas reflexiones estallaron en mi cerebro cuando camino al trabajo escuché las declaraciones de la madre de Orlando Zapata Tamayo, quien acababa de morir en un hospital cubano luego de 85 días de huelga de hambre.
Confieso que hasta entonces no tenía idea de quién era Zapata Tamayo, pero me bastó encender el computador al llegar a mi oficina y recorrer la prensa mundial en internet (incluido el Granma), para tener todas las versiones acerca de este disidente cubano que se rebeló ante sus carceleros como en otros tiempos lo hicimos los que sufrimos reclusión en el Uruguay durante los los oscuros tiempos de la dictadura.
Oír las declaraciones de Reyna Luisa Tamayo Danger, madre de Orlando Zapata, me retrotrajo inevitablemente a las denuncias que hacían nuestros familiares ante las organizaciones de derechos humanos cuando lo militares perseguían y torturaban a cuanto ciudadano conspirara contra el régimen. Y oír las explicaciones del presidente Raúl Castro sobre la muerte de este disidente, me trajo a la memoria, aunque con distinto signo, la palabras del inefable general Rapela en cadena de radio y televisión, pocas horas antes del plebiscito de 1980, cuando vio venir la derrota del proyecto de reforma constitucional de la dictadura. Nuestros “gorilas” le echaban la culpa siempre a la subversión y al marxismo internacional. El gobierno cubano martilla constantemente sobre el mismo cuco: el imperialismo yanqui y su bloqueo a la isla.
A esta altura de mi vida y con los 13 años de dura cárcel a mis espaldas, me indigna profundamente la muerte de Orlando Zapata Tamayo como en su momento me indignó la muerte de Vladimir Roslik y la de mis compañeros en el Penal de Libertad. No quiero permanecer callado ante estas inequidades. Más acá de mis simpatías por la revolución cubana y de sus logros en los planos de la salud y de la educación, no puedo dejar de discrepar con la ceguera ideológica que siguen mostrando sus gobernantes a casi veinte años del fin de la guerra fría. Flaco favor le están haciendo a su pueblo y a todos los que creemos en la solidaridad, en la justicia, en la libertad y en la tolerancia.
Independientemente de las versiones oficiales y de los argumentos de los disidentes, nada puede justificar la muerte de este cubano, aunque algunos lo tachen de “gusano” y otros de “héroe de la libertad”. Esta muerte es tan condenable como las atrocidades que cometen los gringos con los presos en Guantánamo.
Y en este caso, además, una mano no lava la otra: las dos están sucias de sangre y de muerte.
En mi opinión, hace años que llegó el momento de no permanecer en silencio. Hay que desterrar para siempre el argumento de no hacerle el juego a la derecha. No es válido. Callarse es hacerse cómplice de los errores, de los dogmas y de las taras que necesariamente generan la falta de libertad, la burocracia y el fanatismo.
La crítica, en última instancia, sigue siendo una herramienta liberadora. La obsecuencia, por el contrario, solo alimenta a la vanidad de los hombre y a la tiranía de los gobiernos.
NOTA DE MARCELO ESTEFANELL, EX –GUERRILLERO TUPAMARO, EN 180.com.uy
¡LIBERTAD PARA TODOS LOS PRESOS POLÍTICOS CUBANOS!
RED URUGUAYA POR DEMOCRACIA PARA CUBA
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario